martes, 1 de agosto de 2017

Construyendo una nueva identidad

Cuando eres madre dejas de ser la mujer que eras para convertirte en una nueva.

El cambio es continuo. Empieza una vez que te quedas embarazada pero no se acaba cuando das a luz. Es constante. Es un cambio diario, en el que día tras día dejas de ser lo que fuiste ayer para ser alguien nuevo mañana. Siempre madurando, siempre para adelante, siempre fuerte.

Recuerdo la primera ducha que me di en casa después de llegar del hospital. Salí temblando. Pero no era un temblor de frío, era ese temblor mezcla de miedo y de nerviosismo.
Me di cuenta que no estaba preparada para todo lo que me venía. No estaba preparada para cuidar de ese ser tan pequeño, que ni si quiera sabia como tenía que cogerle. Tampoco estaba preparada para soportar ese maremágnum de hormonas revolucionadas, ni para gestionar los saltos de una emoción a otra.

O eso creía yo.

Ese acontecimiento en mi vida me hizo dar el paso de niña a mujer. Al fin y al cabo yo no era mas que una joven de 26 años que todavía luchaba por controlar sus propias emociones y en pleno conocimiento de si misma. 

Pero la maternidad te cambia. Por completo. 

El cambio físico. Es hermoso ver crecer tu tripa. Hasta que empieza a pesar tanto que te tira de la espalda, hasta que dejas de verte los pies, hasta que ponerse las zapatillas es toda una proeza. Pero es precioso saber que tu útero es el mejor lugar donde puede darse vida.

Los pechos cambian: aumentan, se hinchan, sube la leche, los pezones se endurecen,en el mejor de los casos no se agrietaran. Cambian de color. Durante un tiempo serán fuentes. Serán el alimento, el calor, el consuelo, la vida para tu bebé. La diferencia de tamaño entre uno y otro será considerable. Y llegará un momento en que se consumirán. Nunca serán como antes. Al igual que tu.

Aparecerán estrías. Esas lineas blancas, esas marcas de guerrera. Esas marcas de vida.

Tus vísceras por dentro, tienen que volver a recuperar su posición, tienen que volver a reubicarse, al igual que tu.

Y de repente, descubrirás que tienes un suelo pélvico del que no conocías nada antes de quedarte embarazada. Y que después del parto necesita cuidados, al igual que tu. 

Son muchos los meses que el cuerpo necesita para volver a ser el de antes. Con algunos matices: cicatrices, marcas, suturas.

El cambio a nivel mental, a nivel emocional, a nivel psicológico y espiritual. Cambian los esquemas mentales compuestos en tu cabeza. Cambia la manera que tienes de ver la vida.

Durante unos meses desaparece el autocuidado. Cuidar de un bebé, atender sus necesidades, estar día tras día con alguien tan demandante hace que vayan pasando las horas en una especie de supervivencia. Los primeros meses se sobrevive. No menciono todo lo que conlleva seguir llevando la casa, el trabajo, visitas y amistades. Cuidar la vida en pareja. Seguir con esa vida de super woman con tu cara bonita y alegre. Seguir con esa presión social y por qué no también un poco autoimpuesta. Todo esto hace que te olvides de ti misma y ese es un error nefasto que cometemos desde el minuto uno.

Recuerdo que durante el primer año de Delfinete me decían, tienes que tener al menos una hora a la semana para ti. Yo decía que con un bebé tan demandante no podía dejarle una hora sin su teta a libre demanda. Tampoco me apetecía separarme de el. Y confieso que no me lo permitía. Como siempre la culpa asomaba cada vez que pensaba en hacer algo exclusivo para mí.

Pero acabé por darme cuenta de que para cuidar hay que cuidarse. Para poder ofrecer la mejor versión de una misma hay que parar a escucharse, sentirse y dedicarse un rato.

Reconozco que todo lleva su tiempo y aunque la necesidad de cuidarse está ahí, porque en realidad nunca se ha ido, tiene que volver a nacer.

Es imprescindible el autocuidado. Difícil los primeros días o meses, pero hazlo. Cada una tiene su ritmo, cada una tiene su tiempo de adaptación a la nueva situación. No te olvides de ti. Conviértelo en una rutina y haz lo que te apetezca, ya sea dormir, leer y quedarte dormida, ver una peli y quedarte dormida, escribir y quedarte dormida ... eso sucederá al principio... luego puedes ir unas horas a bailar, a hacer deporte, a cenar con las amigas, a hacer terapia, salir, desconectar ... sigue maquillándote, ponte guapa, siéntete bonita, deja las camisetas de lactancia y ponte lo que te apetezca.

No se por qué la imagen mental de la maternidad va asociada a camisetas anchas, teta-accesibles y con manchas de leche. Con olor a vómito. Donde tus mejores amigos serán los discos de lactancia que tienen vida propia por cierto. Nunca están en el punto exacto donde comenzará a manar la leche.

También es moño descuidado y ojeras. Olvídate de ponerte los pendientes. Y consumo exagerado de café (si, se puede tomar café dando el pecho, con moderación) y chocolate (aquí no hay moderación alguna).

Y por cierto, es mirarte deprisa en un espejo y ver que todavía tienes tripa. (Con Unai hubo gente que al tercer día de haber dado a luz me decía que me había quedado con mucha tripa y seguía gorda. Y al cuarto día, y a la semana y a las tres semanas ... ¡con lo bonita que me vía yo con mi bebé y mi alegría, chica le quitan a una la ilusión!) ¡Aviso importante!: abstenerse de ese tipo de comentarios hirientes y molestos. ¿Dónde se ha visto que después de llevar 40 semanas a un bebé de 3 kilos y litros de líquidos varios una tenga que quedarse plana al día siguiente, deshinchándose como un globo?. Pues en esta sociedad que nos impone el titulo de super woman. La falsa maternidad, esa es la que llamo la maternidad rosa.

Es cierto en algunos momentos y durante un tiempo esa puede ser la imagen que llegas a tener de ti misma, pero todo se acaba y puedes volver a ser la de antes, siempre con matices claro.

Lo escribe alguien que durante mucho tiempo no se ha cuidado ni a nivel físico ni a nivel personal.

Cuando Delfinete hizo el año, lo vi claro. Vi tan necesario volver a hacer algo de deporte y de tener un rato para quererme. Una voz me gritaba por dentro. La mente es sabia. Cuando ya no podía más acabé aceptando que necesitaba ese espacio, cortar esa dependencia mama-bebé por un rato. Me apunté a zumba dos veces en semana y empecé a hacer terapia.

Todos deberíamos de ir a terapia a conocernos un poco más. Son muchas las cargas familiares que heredamos. Deberíamos de hacer un trabajo personal intenso antes de tener hij@s.

A mi me salvó la terapia. Hablar de mí, de mis miedos y emociones. Conocerme, antes y después de ser madre. Empezar a construir una nueva Andrea, con todo lo que he sido en un pasado y lo que soy ahora para ofrecer la mejor versión de mi misma, no solo a mis hijos, si no a mí.

Todo lo que eres antes de ser madre se esquematiza de otra manera. Sigues siendo tu pero en otra versión. Tienes mas amor, mas intuición, mas alegría pero también mas miedos y mas preocupaciones.

Comienzas una lucha interna con nuevos patrones de conducta, los que has heredado sin darte cuenta y los que que empiezas a conocer.

Te encuentras con que lo que no te gustaba de tu madre, lo repites. Has aprendido mucho de ella,de lo bueno y de lo malo. Sus maniáticas manías, su orden exagerado, el modo de gestionar (o no) los enfados, sus consejos, sus vicios y sus virtudes.

Has recibido muchos mensajes subliminales de tu padre, indirectos, suaves, escondidos en consejos y en como debes comportarte.

Entonces te das cuenta que puedes elegir y no repetir aquello que no te gusta. Puedes cortar con ese hilo que pasa de generación en generación para no repetir lo aprendido, para no caer en los modelos de educación que no van contigo.

Y empiezas a crecer, a aprender de ti y de tus hij@s, a reconocer, comprender y gestionar tus emociones. Este trabajo es diario, de toda la vida.

Y comienzas a construir una nueva identidad en los cimientos de lo que eras antes. Eres un edificio siempre en construcción. Siempre en obras, haciendo mejoras.

Así debemos vernos. Transformándonos y adaptándonos a las situaciones.

Hemos sido capaces de concebir y dar vida, somos capaces de todo lo que nos propongamos.

Luchamos por dar la vida a otro ser, somos guerreras, luchadoras, somos mujeres capaces de todo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario